NO HAY MÁS SUR (Rusia > Tarifa)


Jbel Musa, Marruecos visto desde Tarifa. Estrecho de Gibraltar
El viaje al sur puede ser muy relativo. Cada norte tiene su sur y éste a su vez siempre tiene tierras aún más al mediodía. Como si de una interminable sucesión de matriuskas se tratase, el juego se torna redundante. Descender cien o doscientos kilómetros más y creer ver que el sol brilla con más fuerza, que el acento o la comida sufrieron un cambio sustancial y que hasta la gente denota rasgos físicos o de trato diferentes nunca nos garantizará que no se pueda volver a desenroscar a ese sur por la cintura para encontrar otro contenido en su interior: algo más rechoncho, algo más estrecho, más pequeño pero con la fuerza de atracción de saberlo aún más cerca del destino final del viaje: el punto culminante de la insolación y de la fuerza lumínica.

Uno puede abrir la gran matriuska en Rusia, como sería más preceptivo, e ir a dar con la siguiente en algún lugar de Centroeuropa donde quizá despunten ya las sureñas viñas que le hagan pensar que aquél es un buen destino final. Bebe dos copas del vino y desenrosca la matriuska autrohúngara: irás a para al Valle del Ródano, quizá con suerte incluso a la Provenza. El continente se estrecha y aún hallarás más horas de sol. ¿Has llegado al sur? Al frente, el Lorenzo incendia el Mediterráneo todo recto indicando el camino a las sureñas islas de Córcega, Cerdeña o Sicilia. El aroma de los campos de lavanda despeja tus sentidos... Creías que sí, pero no. Desenrosca la matrisuka de la Costa Azul y convierte de nuevo en norte a este sur. Teletransportado a algún punto entre Tarragona y Cambrils... ¡Esto sí que debe de ser el sur! Plácidos paseos por la playa en pleno invierno, campos de olivos, viñas, romeros, palmitos y tomillo, Costas de asfalto, vidrio, cemento y ladrillo. No cabe duda, botellones en la playa y garrafones en los bares, ¡este el sur del que habías oído hablar al principio de tu viaje en Rusia, norte de nortes! Embriágate en tu particular "happy hour"  de la Costa que llaman Dorada y alcanza en la ebriedad la clarividencia, el genio de la botella dice: "aún quedan dos vueltas de cintura, no hay tiempo que perder". Desenrosca la matriuska catalana y catapúltate a la sevillana. Esto es más de lo que esperabas. Siempre pensaste que el sur era azul del mar, amarillo del sol y verde los pinos. Granate, burdeos, añil, albero, blanco cal, lila, morado, anaranjado, verde caza y rojo granado... Sevilla es una hipertrofia del sur. Sevilla es su propio período manierista. Te gusta tanto como te agota.Te seduce tanto como te enerva, fascina y atrapa en una especie de síndrome de Stendhal del que, por muy placentero que pueda ser, tienes que escapar. el sur tiene que ser, por definición, libertad. El olor del fresco azahar en una mañana de primavera junto al Guadalquivir te reanima y te da fuerzas para atreverte a descubir el que intuyes será sur definitivo. El sur tuyo.Desenrosca la matriuska sevillana, tan guapa o más que la Macarena o la Esperanza y vuela... Vuela como una gaviota hasta el Estrecho de Gibraltar. Pósate sobre el campanario del Santuario que otea Tarifa desde las colinas que la rodean, el santuario de la Virgen de la Luz y comprende.

Respira, mira. Admira.
No hay más sur. La más ínfima de las matriuskas se ofrece por fin ante ti pura, intensamente luminosa, sencilla, verde, azul, amarilla y bella. Todo el Viejo Continente triangula ante tu mirada hasta la angostura de la carretera que lleva al Fuerte de Punta Europa. A un lado el Mediterráneo y al otro, el Atlántico. Y al frente... África. Marruecos como verde norte de una nueva serie de matriuskas que te llevaría a sures naranjas y saharianos, quizá no tan confortables física y humanamente. ¿No hay más sur? Claro que Fez o Marrakech están más al sur que Tarifa. Pero quien conoce Marruecos sabe que Fez es norte y que allí, Rusia ni tan siquiera existe. Simplemente.  No, no hay más sur. Tarifa, en su estrechez es la esencia pura de nuestro sur, el non plus ultra de lo europero, de lo "occidental". Más allá, el exotismo, lo desconocido, la pobreza o la grandeza, la amenaza, el Islam... Cada uno divisa el otro lado del Estrecho a su manera cuando la silueta imponente del Jbel Musa parece retarlo desde la otra orilla. Pero todos lo sentimos como otro mundo. No es un simple sur desenroscable contenido dentro de la matriuska tarifeña. En esta punta, no funciona. Tarifa no se abre.

Has llegado. Respira, mira. Admira.


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Javier



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