UNA LLEGENDA MEDIEVAL REVISITADA - La catalana noble i el moro Abdalà





Castell de Cardona, Bages


Una leyenda medieval revisitada: La Minyona de Cardona y el moro Abdalá 
(orígenes de la relación íntima catalanoandalusí)


Como una premonición medieval de lo que en la segunda mitad del S.XX sería la determinante relación de Cataluña con Andalucía, voy a tomar el ejemplo de la leyenda de la Torre de la Minyona, en el imponente Castillo de Cardona. Como es el caso de la mayoría de las leyendas que se han ido transmitiendo durante siglos, existen infinitas versiones y es divertido investigar como se matizan unas y otras y compararlas entre ellas, pero en todo caso el hilo argumental es siempre el mismo:

CATALANA NIÑA BIEN DE FAMILIA NOBLE SE ENAMORA DE CHARNEGAZO O MORO, GUAPO Y SEDUCTOR.

El drama está servido, si no que se lo digan a Juan Marsé, a Teresa y al Pijoaparte. Todo un aviso medieval de lo que ocurriría hace sesenta años. Quizá las brujas de Cervera lo veían claro entonces: la amenaza andaluza ya se cernía sobre la Catalunya medieval con sus palmas, sus cantos, sus jaleos y sus excesos. Quizá con su inevitable poder de atracción para muchos catalanes. Como siglos después se hizo palpable su presencia en Cataluña desgraciadamente en forma de pobreza y marginación, que hicieron brotar la conciencia social de tantos catalanes progres durante el franquismo como narra Juan Marsé en su imprescindible novela. Y esto dura, y perdura, hace pocos años que un conocido de Sant Fruitós de Bages me explicaba que su cuñada había sido desheredada por casarse con un hermano suyo. La chica era catalana-catalana y mi conocido y su hermano eran de “los otros catalanes”, por utilizar la terminología de Francesc Candel.

El caso es que la relación entre Cataluña y Andalucía es seguramente la más jugosa de las relaciones que ha tenido nunca Cataluña y la que más la ha marcado, para bien o para mal. Al menos yo pienso que el hecho de que en cualquier menú del día en Cataluña se ofrezca gazpacho y hasta salmorejo durante el verano es algo bueno. No me lo discutirán, el gazpacho es refrescante, muy sano y está lleno de vitaminas. Ole. Algo igual de delicioso debió de ofrecerle el moro Abdalá a la noble Adalés de Cardona para volverla loca de amor. No sé si en aquella época los moros de la zona fronteriza cristiano-musulmana catalana bebían gazpacho, pero seguro que algo tenía el moro que a ella le gustó. Y, evidentemente, la damisela catalana tenía que estar de muy buen ver. Según he leído en varias versiones de la leyenda y de acuerdo con los arquetipos de bella medieval europea, Adalés tenía una rubia, larga y lisa melena de color oro y los ojos verdes. Como casi cualquier catalana, vamos. Lo que no he podido constatar es si Adalés ya llevaba gafas de pasta y si apenas se maquillaba. El caso es que estaba también un rato buena, una Judith Mascó medieval, por poner una ejemplo de catalana potente actual.

el Abdalà y la Adalés, tortolitos medievales.

la Adalés i l'Abdalà
Tenemos entonces al buenorro moro, el Abdalá, y a la cañón del Colorado catalana, la Adalés. Se conocieron en una fiesta que el padre de ella, el vizconde de Cardona, dio en el castillo de la localidad para estrechar lazos comerciales y fomentar el buen entendimiento con los vecinos árabes al otro lado de la Segarra, bajo la protección del propio Abdalá, vicario del Castillo de Maldà. Todo de muy buen rollo, sonaban sardanas y Chambao y se brindaba con cava o té a la menta, había sus haimas en plan chill-out y antorchas, una pasada, en serio se estaba súper bien. Se estaba tan de maravilla que el ambiente empezó a tornarse más sensual y excitante, el cava y el té a la menta comenzaban a hacer su efecto y la peña se iba soltando cada vez más. Los musulmanes se animaban y se tomaban su copita de Codorníu y se pudo ver a más de un catalán-catalán arrancándose a palmear al son que marcaba la Mari de Chambao:

“Déjate llevaaaaaaar / por la sensasioneeeee”.

La noche caía sobre la colina del Castillo de Cardona, la espectacular silueta de la mole de tierra y piedra se iba volviendo dorada al sol de la puesta en la Cataluña interior. Los últimos rayos naranjas y violáceos del sol cedieron el paso a las flamas crepitantes de las antorchas, creando un ambiente mágico, único e irrepetible. Cuando Abdalá se cruzó con Adalés, sucedió lo inevitable, imbuidos como estaban del buenrollismo y de la sensualidad de la atmósfera. Como dice Pastora en una de sus muchas canciones perfectas para eventos de este tipo, sean en Cardona, Argentona, Ibiza o Tarifa:

“Y se miraron los dedos / se rozaron los codos / se erizaron los pechos / vamos, que se lió todo...”

Se lió todo, se lió el moro con la cristiana, el charnego con la catalana, el sureño con la carolingia, el guerrero con la delicada noble, el moreno con la rubia, el mediterráneo con la protoeuropea... se lió parda, se lió la de Dios, se lío la Adalés con el Abdalá.

La party fue llegando a su fin y con el final de la fiesta la bajona de tener que separarse los pimpollos interculturales, la despedida indeseable del amado. Lejos de aceptar tan cruel desgarro, Abdalá y Adalés se juraron amor eterno así, sin mojar ni nada, sólo del subidón de la fiesta y de verse frente a frente, reflejada la belleza de cada uno en la del otro. Debían de hacer una bella pareja el Abdalá y la Adalés, bellos ejemplares de su géneros complementarios sexual y racialmente. Y ya se sabe, los jovencitos se dejan llevar por los impulsos y todo tipo de cuestiones superficiales como el físico. Y más en la Edad Media que no tenían educación ni nada. Afortunadamente hoy los catalanes del S.XXI somos muchos más civilizados y sabemos que la verdadera belleza es la del interior de cada persona.

Un amor furtivo en chándal del Barça

Chándal del Barça
Los enamorados comenzaron una relación furtiva, Abdalá debió de mudarse a las cercanías del Castillo de Cardona de manera discreta, porque según leo en las transcripciones cibernéticas de la leyenda, cada medianoche se encontraba con su amada en algún rincón oculto de la fortificación cristiana para vivir su amor prohibido con Adalés. O había un AVE Maldà – Cardona en aquel entonces del que no tenemos noticia, o el moro vivía escondido en las inmediaciones de Cardona. Quizá se había excavado una cuevecita en la montaña de la sal. La fama de “salaos” que tenemos los andaluces puede provenir de este hecho. Lo que sí parece claro es que ambos se las ingeniaban para vivir su amor de manera furtiva sin ser interceptados por sus familiares, que habrían entrado en estado de shock automáticamente al saber que tan prohibida relación amorosa se estaba consumando a sus espaldas. Porque una cosa es hacer un evento empresarial con los moros para fomentar contratos mercantiles y otra muy diferente es que el andalusí se zumbe a tu hija. Esto lo entiende mucha gente así, aún hoy en día. En Cardona, en Tàrrega, en Salt o en Badalona.

Abdalá vivía en un incesante subir y bajar cada noche la colina del Castillo de Cardona, hasta que sucedió lo más terrible que podía acontecer a los jóvenes enamorados. Una noche, durante una de sus citas prohibidas fueron pillados in fraganti por el hermano de Adalés. No he encontrado el nombre de tan zafio e insensible traidor pero llamaremos al delator con algún nombre típico de joven catalán y que sea sencillo de pronunciar también por los lectores castellanohablantes. Ante todo buen rollo. Llamaremos al hermano de Adalés, Marc, por ejemplo. Marc de Cardona.

Aquella noche ya pintaba chunga, había algo en el ambiente que podía hacer presagiar grandes tragedias. Unos nubarrones anaranjados cubrían el cielo cuando sobre las once y media de la noche Abdalá comenzaba su peregrinación diaria particular hacia la cima de la montaña. Mientras tanto, Adalés se iba incorporando lentamente en su cama y se disponía a ponerse el chándal para ir al encuentro de su amado. Ya había confianza y hacía tiempo que no se arreglaba tanto para ir a verse con Abdalá. La pasión seguía viva y fuerte entre ellos pero ya no le hacía falta ponerse tantos corsés y cofias para ir a seducir a su amado. ¡Adiós cinturón de castidad, hola poliéster! Además, todo sea dicho, el chándal se había demostrado mucho más práctico y sencillo de manejar para los momentos de mayor intimidad entre ellos. Cuando Marc le regaló este chándal del Barça unos meses antes, fue verlo y pensó:

- ¡Uuuuuh! qué bien me va a venir para las escapaditas nocturnas, nen – se sonreía Adalés por dentro intentando que su hermanito no notase su excitación ante el presente.

En una ocasión, caminado por el Valle de los Ammeln, entre huertos de palmeras y olivos de este oasis del Anti Atlas marroquí, me encontré sobre el muro de barro cocido de una kasba centenaria una especie de grafitti con el escudo del Barça. Estoy investigando la relación entre el chándal de Adalés y la pasión por el Barça que sienten los marroquíes. Es evidente que Abdalá tuvo que quedar marcado para siempre por los colores blaugrana y si alguien puede decir que para él el Barça es “més que un club”, ese es nuestro querido Abdalá. Para él, el chándal del Barça era el chándal del amor. Y quedó para siempre grabado en su corazón tras los acontecimientos de aquella noche.


La tormenta estallaba cuando se preparaba para salir al encuentro de su rey moro, una fuerte ráfaga de viento húmedo abrió de par en par y de golpe la ventana de la alcoba de la informal condesita. Sobresaltada, pensó que esa noche iba a tocar amor pasado por agua en un encuentro más húmedo de lo habitual. Previsora, se acerco antes de dejar sus dependencias al armario y cogió dos sudaderas, una de Bob Esponja para ella y otra de la Assemblea Nacional Catalana para él. Ya se sabe que los árabes son muy soñadores y románticos y a Abdalá le encantaba todo aquello que llevase la estelada estampada. Por fin, ilusionada, salió de sus estancias la dulce Adalés sin poder sospechar la tragedia que se cernía sobre su amado y ella en esa noche de tormentas de plata en el cielo del Bages...

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NO ET PERDIS LA SEGONA PART, BEN AVIAT!!

Entre d'altres inquietuds, la resposta a les preguntes més enterbolidores...

- És Marc gai?
- En què consisteix el Fitness Gòtic?
- És cert que hi ha fantasmes al Castell de Cardona?
- Què hi pinten els gimnasos DiR en tot això? Existien ja a l'Edat Mitjana?

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