A LA SALVACIÓN POR EL FÚTBOL (patadas-a-un-balón)
Desde que la dichosa Roja ganó en 2010 y
la crisis se ha ido agudizando en los corazones y las cuentas corrientes de los
españoles, las sobredosis de fútbol han crecido exponencialmente hasta comenzar
a ser realmente intolerables y dañinas para los que no tenemos el estómago
acostumbrado. En “Un mundo Feliz” de Huxley se suministra a la población una
droga fabulosa que los atonta y los desnorta con bienestar perecedero. Bien
podría en la España de la Roja ser esa droga el omnipresente fútbol, como apunta Rafael Reig en su tétrica
novela “Todo está perdonado”. Los
niveles de retransmisión de fútbol, de consumo de fútbol y de ridículos símiles
futbolísticos se han disparado con la crisis. Y, como la tasa de desempleo, se
han disparado los sueldos vergonzantes de esos nenes guapetes que dan patadas a
un balón. Perdonen el comentario estandarizado, pero eso es lo que hacen:
dan-patadas-a-un-balón. ¿O acaso aporta algo el fútbol a la sociedad?
Debe de ser, por tanto, que la
droga es pura y causa los efectos deseado por sus capos en sus consumidores:
aletargamiento mental y anulación de la individualidad. Perfecto para tener a
las masas a punto de caramelo. Hay otras drogas, como “reforma de la ley del
aborto” o “proceso soberanista”, pero ninguna es tan efectiva y potente, tan
masiva e interclasista que el fútbol. ¡Que
no falte de ná! Cuando en 1997 un decreto ley del PP declaraba el fútbol de
“interés nacional”, se generó un vivo debate sobre la conveniencia de dotar de
ese rango en la escala de intereses de una nación a este... ¿deporte o show
mediático? A día de hoy, no sólo nadie lo pone en duda, más bien el fútbol se
ha convertido en lo único que le queda a esta nación. Y a las que quieren
marcharse de ella, con el Barça convertido en una especie de Roja Catalana. Y es que cuando el fútbol se mezcla con política la sensación es de intenso asco. Sea donde sea. Asco en Cataluña, asco en Polonia con Rajoy viendo a la Roja mientras intervenían el país, asco en mi estómago, en mi corazón de ciudadano que querría ver políticos que son capaces de desmarcarse de aquello que sólo les sirve para dar votos sin mirar más allá.
Y así llegamos a estos días en
los que este extraño español que les escribe, al que no le gusta el fútbol ni
hablar a voces en sitios públicos, un español que piensa que España y Cataluña estaría mejor las dos separadas una temporadita, piensa que quizá merezca la pena pedir a su
Diario de referencia de toda la vida que se contenga, que no caiga en esta
“futbolización” rampante. ¿Era necesario hacer dos referencias futbolísticas de
seis reseñas de la historia de España paralela a la vida del Seat Ibiza en el
reportaje del suplemento de este domingo18 de mayo? Supongo que tan necesario
como que Almudena Grandes dedique una columna de una épica y una retórica
dignas del fin del hambre en África para celebrar que el Atlético de Madrid ha
ganado la liga. O que Ramón Tremosa apareciese en TV3 con la camiseta del Barça
esperando que la ganase la Roja de aquí... Le ruego a Javier Marías que me
explique qué “beneficios trae a muchos
otros individuos” el virtuosismo de los futbolistas cuyos obscenos sueldos dice
no perjudican a nadie. A mí me dan dolor de estómago y vergüenza ajena y sé que
no soy el único. Y me perjudica, como español, que la mayoría de la sociedad
española prefiera ver fútbol en lugar de pensar en su país... Creyendo que
“España” es sólo una selección de nenes guapetes que dan patadas a un balón.
Patadas-a-un-balón.
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