CHAMPÁN, CAVA Y BARBADILLO (Publicado en Diario de Cádiz)


CURIOSA coincidencia para mi columna. En una misma semana se da a conocer en las Españas dos españoles (gaditana y catalán) por acceder a puestos de enorme responsabilidad política en la República Francesa. Anne Hidalgo (nacida en San Fernando) y Manuel Valls (nacido en el barrio de Horta, en Barcelona) llegan respectiva y flamantemente a la alcaldía de París una y a Primer Ministro de la República el otro. Raudos, los medios de comunicación de las Españas reivindican el origen local de tan importantes cargos públicos. Anne es isleña o gaditana en Cádiz, Manuel Valls catalanísimo en TV3. Ambos son españoles en la prensa madrileña. Como siempre cae mejor lo andaluz que lo catalán, es más sencillo encontrar referencias a la "gaditanía" de Hidalgo que a la "catalanidad" de Valls. Lagarto, lagarto. Curiosamente, Anne ha afrancesado su nombre y Manuel, no. Pese a sorprender tanto a Carlos Herrera que un catalán hablase catalán en casa con su hermana cuando viene a visitarla a Barcelona, Manuel Valls de Barcelona sigue siendo Manuel en París. Ya puestos, se podía hacer llamar Manolo por los franceses, en la tradición campechana de los políticos españoles de dejarse llamar Pepe (Barrionuevo o Bono), Patxi o directamente Espe (la incívica conductora de los madriles). 

Anne y Manuel son, sobre todo y ante todo, franceses. Allí se han formado como personas y como políticos y han conseguido desarrollar su carrera hasta este punto álgido actual. "Hijos de Francia", como gustan de decir en el país vecino, un país que, con sus luces y sus sombras, permite a los inmigrantes de diversas procedencias que se integran en los valores de la República llegar a las cotas de poder que en España, tras tres décadas ya de recepción de inmigrantes siguen reservados para nuestros políticos de tercera división bien enchufados en el reparto de poder de la alegre y soleada vecina del sur de Francia. Yo quiero brindar hoy por Anne y por Manuel, con champán, cava y Barbadillo por representar el esfuerzo, el tesón, la lucha y el coraje de hacerse un hueco en una sociedad extranjera. Me da igual de donde sean. Sólo Francia, al fin y al cabo, puede estar orgullosa de que ellos, ante todo, se sientan franceses.





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