HAY LUGARES (publicado en Diario de Cádiz)




Puesta de sol en Cádiz

Es el primer verano de mi vida en el que mis pies no darán un paseo por la orilla de alguna playa gaditana mientras la marea baja acaricia mis tobillos a cada paso. Cada ola suavizada al final de su recorrido por la leve pendiente de las inmensas playas de Conil, El Palmar, de Bolonia, de Cortadura. La arena fina, de color blanca la seca y tostada la mojada. Mis pies frescos, mi mirada relajada, a la ida tengo al fondo Marruecos, a la vuelta la duna gigante. Windsurfistas y velas de colores. La tabla, el boogie, la espuma blanca del Atlántico. Sol de Cádiz, ir a la playa por la tarde, sol cayendo sobre el horizonte americano. El baño de las ocho: meterse en el agua haciendo ese pequeño esfuerzo al no hacer ya tanto calor sobre la arena. La recompensa del reflejo del dios sol sobre tu océano, una vez dentro, un hilo de acuática luz dorada marca el camino hacia una puesta de sol infinita. Dan ganas de seguirlo, yendo siempre mar adentro en una especie de Camino de Santiago hídrico y salado, lejos y hondo para siempre marchar.

Tarifa, Ibiza, Los Caños, Trafalgar.
Hay lugares que despiertan una cierta sensibilidad.

Playa de Trafalgar, Cádiz
Deslumbrados por la belleza del verano gaditano y del azul blanco y verde ibicenco, nos creemos durante unas horas que es posible vivir así: descalzo y paseando a la orilla del mar, sin más posesión que las chanclas apenas asidas entre los dedos, el índice y el corazón. A menudo sobra hasta el bañador.

Nos alimentan el aire, el horizonte, la sal, el frescor y la brisa. Las vitaminas y la energía las da el sol naciente y la paz interior el poniente con su naranja tranquilidad. En la oscuridad de la cálida noche nos inundan el deseo y la sensualidad, como un tsunami sexual: placeres, hogueras, porros, guitarras y amistad.

Los pinos de la costa nos protegen del mundanal interior con sus coches, calles, casas y gentes. Nos protegen de la vulgaridad.

Dormimos y despertamos en la arena  y en ese impás el mismo sueño cada verano. Hay lugares que despiertan una cierta fantasía. Una leyenda urbana de dejar de vivir en la ciudad.

Playa de Bolonia, Cádiz
El sueño del retiro y de la desconexión buscando conectar con uno mismo, cuando apenas encontramos el tiempo para comer, asearnos y  dormir en la vida exigente y excitante de Barcelona o Madrid. En el primer verano de mi vida sin respira Cádiz, la gelatinosa, caliente y maldita humedad de Barcelona me hace sudar de rabia cuando condensa en nubes casi cada tarde, cada urbana tarde. Tardes nubladas del verano barcelonés, grises y calientes, sol tapado. La puesta de sol no existe. Esta ciudad que me acoge me da playa y me da mar, pero no como quisiera este gaditano: dame playa de tarde, playa de sol sobre el mar, playa de arena natural, playa de agua y de sal, playa sin medusas, playa sin grasa de keroseno. En Barcelona tenemos de todo, pero casi nada de la más alta calidad. El conjunto de todo lo que tenemos hace a esta ciudad tan especial. Pero cada cosa disponible pierde fuelle al diseccionar, analizarla y comparar. Mejor no seguir, mejor no comparar. En Barcelona, tenemos playas, voy en bici, no está mal. En Cádiz, en Ibiza, en Sidi Ifni, sin embargo, hay lugares a los que marcharías para siempre cuando paseando por la orilla sueñas con dejar para siempre la ciudad.

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Javier 



Comentarios

  1. Sin para nada poner en discusión tu excelente ilustración -e indiscutible sentimiento- te sugiero que huyas, mal que sea temporalmente, de la fagocitaria Barna, y te subas a las caletes de la Costa Brava o te bajes a las platgetes de la Costa Daurada: sin buscar recónditos y supuestamente secretísimos rinconcillos -que los hay- déjate caer por la Platja de la Móra, entre Altafulla y Tarragona. Luego, me redibujas con algunos detalles el artículo... o eso creo. Para nada creo que seas poco fiel en la descripción de Barcelona: es más, la comparto al 101%. Pero te invito a descubrir ese otra mitad de Catalunya que tienes a pocos kms y te harán mucho más agradable tu estancia aquí, sea temporal o definitiva. Salut!

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  2. Xavi, gracias por el comentario :-) Más allá de que este post es sobre todo un sentimiento de añoranza y dejarme llevar por él, sí es cierto que la Costa de Tarragona me gusta mucho, la conozco algo mejor que la Costa Brava que por un motivo o por otro tampoco me acaba de atraer demasiado. En l'Ampolla, la playa de Morro de Gos es una pequeña Ibiza y me encanta, la Platja del Torn de l'hospitalet de l'Infant y las inquientantes playas del Delta del Ebro.Cuando llegué a Catalunya, siempre me sentía más atraído por Girona y su verdor y paisajes boscosos. Con el tiempo, la luz y la apertura tanto de la costa como del interior tarraconense me resultan mucho más atractivos. La Garrotxa es preciosa, sí, pero me quedo con el Priorat o la Terra Alta, el Baix Ebre, el Delta, más salvajes y mediterrános :-)

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