EL GADITANO CATALANOHABLANTE (publicado en Diario de Cádiz)
Estudié catalán en Madrid. Por tocar las pelotas.
Porque sí, ¿por qué no?, tenía tiempo libre, la Generalitat subvencionaba,
era al lado de mi casa. Fui teleoperador
en catalán. Un gaditano en Madrid atendía llamadas catalanas, antes de que ZP hablase de
la “España plural”, tenía que haber acuñado yo ese concepto.
Un idioma se ve, se habla, se oye y se siente. Es lo que
hace más fácilmente reconocible al catalán. Y al igual que a un gaditano le
encanta oír inesperadamente su acento por ahí, a los catalanes les emociona su
idioma. Los andaluces tenemos un gran apego a nuestra forma de hablar y eso que
nunca nos la han intentando anular de todo ámbito que no sea el personal.
Cuando
llegué a vivir aquí, todo el día hablaba
en catalán y hasta provocaba situaciones delirantes con algún nativo hijo de
andaluces como yo al usar el catalán cuando era evidente que no se sentía
cómodo. O el día que en un restaurante del Pirineo, yendo de listillo le traduje a mi madre la carta
y ella, que pensaba que había pedido una “tortilla” se encontró con una
“trucha”. Y es que ambos manjares se dicen igual en catalán: “truita”. Ya podía
haber preguntado antes de hacerme el fantástico.
Al
cabo de un tiempo, se me rompió el amor
de tanto usarlo. Cuando ves el uso que desde la política se hace del
catalán (por una lado y por otro) o detectas cómo el catalán es la lengua de
ciertas profesiones bien vistas o sectores sociales un tanto elitistas,
mientras que apenas está presente en otros estratos, dudas de un deseable
bilingüismo integrador e igualador de todos los catalanes y resulta un tanto
decepcionante. Y suerte que el catalán, al fin y al cabo, es un idioma
relativamente sencillo de aprender para el que lo haya deseado hacer suyo. Que
también es muy alucinante llevar 30 o 40 años aquí y no haber hecho ni el
intento…
Me
he reencontrado con el catalán desde que
decidí pasar un poco de los políticos y desde
que vivo en Gràcia. Lo hablo con el placer de hablar un idioma como otro
cualquiera, con quién lo habla porque le nace, sin pretender usar el idioma para
posicionarse ideológicamente: son la mayoría de la gente aquí. Hace poco, le
dije a un amigo “quiero que mi catalán suene tan fabuloso como el de ese
chico”. Y me quedé flipando al responderme que mi referente que sonaba tan
catalán era PePero. Fabulosa sorpresa político lingüística, por inesperada.
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Javier
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Cuando en la lengua metemos el ingrediente político, ten por seguro que estropeamos la comida. Pierde esa sustancia gastronómica que lo hace puro, sencillo y rural. Una cultura sin aditivos, ni conservantes.
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