TRISTEZA NACIONAL (crónica matinal de un día de lluvia)


El 12 de octubre ha sido el primer día de otoño de este 2012. Mi primer día de otoño en esta casa con amplias vistas y amplias ventanas, me levanto envuelto por esa acogedora luz blanquecina que me indica claramente que fuera el cielo está gris. Llueve. Es delicioso despertar así, todo un día por delante, sin tener que trabajar, con ese ritmo pausado y relajante de los días festivos con lluvia. Me preparo el desayuno y cambio el sonido del repicar de las gotas de lluvia chispeando contra los cristales por el de las noticias de TV3, como suelo hacer siempre para desayunar.

“Que tengan un feliz viernes”, “el estado del tráfico es mucho más fluido que un viernes ordinario ya que es un día no-laborable” (por no decir festivo). Desde mi primer año en Cataluña detecté que aquí nunca se hablaba del 12 de octubre como “la Fiesta Nacional”, ni mucho menos como “Día de la Hispanidad”. Pero sí que se solía relacionar este día con “la fiesta del Pilar” o “el día del Pilar”. Del mismo modo que el “el Puente de la Constitución” es el “Puente de la Purísima”, hay que evitar dar relevancia a hechos festivos “españoles” Pero, pese a eludir el componente español en lo celebrado, sí que había un reconocimiento a la festividad de la jornada. Este año, no. No hay festividad, no hay nada que celebrar.

Sigue gris y sigue lloviendo.

Un extranjero que no supiese de qué va el asunto no comprendería en todo el día viendo TV3 por qué los comercios están cerrados fuera y por qué no hay Cole, ni tráfico.
Un “extranjero español” como yo, no puede evitar sentir cierta pena por la anulación absoluta de la fiesta de una parte de su ser en la televisión pública de la tierra donde vivo desde hace diez años… Al fin y al cabo, en mi corazoncito guardaré para siempre aquella época de mi adolescencia cuando tenía ilusión de formar parte de un país joven, dinámico, auténtico y apasionado que entraba por fin en Europa, que respetaba su diversidad interna y que deslumbraba al mundo con las Olimpiadas, la Expo y el cine de Almodóvar.  Para mí, aquella fue la única época de la que ahora con el tiempo me siento contento de haber sido español. El último supuesto episodio de bonanza me pilló más mayor y más crítico y nunca lo vi claro, hasta en plena efervescencia del ladrillo. De manera que yo mismo me pregunto, desde la poquita parte española que me queda ya:

¿tengo algo que celebrar?

Rajoy puede decir ufano que a él no lo han abucheado al llegar a los actos del desfile de la Castellana, como ya era grosera y chulesca tradición del facherío que no estaba de acuerdo con Zapatero. Rajoy habló de la “España silenciosa” y de la “Cataluña silenciosa” tras la algarabía independentista del 11 de septiembre en Cataluña. Qué bien se debe de sentir Rajoy entre estos ciudadanos lobotomizados que no silban, no gritan, no protestan y a lo mejor no les corre ni la sangre en las venas nada más que para poner verde a Cataluña, encenderse con la Roja de los cojones o con el Real Madrid. Un poquito más de griterío y “celebration” no habrían estado mal para demostrar que se sienten tan orgulloso de ser ”español, español,  español”. Pero estos deben de ser unos tristes al final y si Rajoy dice que le gusta la España silenciosa, pues a callar toca. Cuánto “Arriba España” se han debido de reprimir estos fachas contenidos.

La lluvia moja en Plaza Cataluña la manifestación de los catalanes que se sienten españoles también. Yo me sirvo otro café. La plaza no se llena ni con los aportes de autobuses venidos “de toda España” (vaya pamplina, ¿no? ¿no era una mani de catalanes que se sienten españoles? ¿para que venir a manifestarse españoles que se sienten españoles?). La marea humana del 11 de septiembre, ríos de autocares y de catalanes fluyendo hacía los desbordados cauces de las calles de Barcelona,  convierte en aguas de borraja estas cuatro gotas mal avenidas que apenan encharcan la Plaza de Cataluña. Alicia Sánchez Camacho, empapada y desmelenada, habla de “miles de personas”. Sí, unos 6.000 frente a los mil veces mil de la Diada. Qué tristeza.

Yo me voy a dar una ducha y me empapo también, no tengo la melena de la Sánchez Camacho así que el pelo se me queda más o menos igual que antes de pasar por agua.

¿será esta la Cataluña real a la que el Príncipe hacía referencia en su intervención mientras tanto en Madrid? Supongo que para ser “real” hay que estar callado y no manifestarse el 11 de septiembre y no querer la independencia. Pues que tome nota y se callen ellos ya de una vez. Que no estamos para pagarle la vida a esta familia que debe de pensar que se soluciona todo diciendo que Cataluña “no es un problema”. No, desde luego que para ellos, no. Para ellos es un problema decidir qué lazo le ponen a las infantas para las fotos del primer día de Cole. Desde luego que el Rey pintó y mucho en la España de la Transición y hasta el golpe de Estado. Pero ahora… Con la que está cayendo. Qué tristeza ver y oír a esta familia y comparar su vida con la de las tristes familias españolas. Esas sí que son reales. Propongo llamar, a partir de ahora y hasta que nos libremos de ellos, a la Familia Real, la “Familia Irreal”. Precisamente.

En el colmo de la desconexión con la realidad catalana el Príncipe aduce que espera que, tras la elecciones catalanas, todo vuelva a “la normalidad”. ¡Es tan obvia la estrategia mediática y política del centro de España para hacer de menos al sentimiento de los catalanes! Aquí nos dicen los de CiU que muchos vamos a llegar al independentismo por la “butxaca” (el bolsillo) pero yo creo que eso no es correcto. A Clinton le dijeron una vez “es la economía, estúpido”. Y aquí, lo que pasa (pese a que siempre se dice que los catalanes se mueven solo por el dinero) es que la gente está cansada ya de ser atacada y de la falta de reconocimiento por parte de los españoles. Y eso se enmarca en un ámbito afectivo. No somos estúpidos, sabemos que económicamente la independencia es una locura. Pero es que sentimentalmente no podemos más. Y me incluyo. Me duelen los ataques a Cataluña y no soy catalán. Imagínense lo que les pueden doler a ellos.  Los catalanes están haciendo del bolsillo corazón y se están dejando llevar por la pasión. Por eso ahora, Cataluña motiva e ilusiona. Mientras que España deprime.

Volviendo al Paseo de la Castellana, deprime la lista de ausencias de tan magna celebración: los presidentes de Galicia y Euskadi consideran que la campaña electoral local es capital y no asisten. El de Murcia tampoco y Artur Mas, hace ya varios años que no va. Qué tristeza. Qué triste mapa autonómico, “café para todos” convertido en “virus para todos”. Y el virus de la política demagógica y populista hecha a base de enfrentamiento interterritorial: todos somos españoles pero todos odiamos a nuestra Autonomía vecina. Así avanza un país. Si el AVE llega a la provincia de al lado es “un agravio comparativo” que no llegue a la mía. Da igual si lo va a usar pasaje o no. Pero que llegue. Un virus de clientelismo y politiquillos de tercera regional bien apoltronados en su feudo cuando bastaba con reconocer a vascos y catalanes. Y el resto todos españoles que no tienen ningún problema en serlo. Ahora parece que las tornas cambian, pero claro, si se recorta autonomía también tiene que ser “para todos”. Qué Cola-Cao. Yo soy más de Cacaolat.

Nos insisten en que el desfile es todo un ejemplo de sobriedad, solo 980.000€. Me iba a preparar un aperitivo pero me han entrado ganas de vomitar: En los 980.000€ iba incluida la cabra de la legión disfrazada de Miss España que he visto desfilar entre los novios de la muerte.

O novios de la muerta. España.

Qué tristeza.

Este país da tanta pena. El español medio aún cree que la crisis es culpa de Zapatero, que los catalanes ahora encima van a empeorar las cosas, que el PP nos va a sacar de la crisis, que todo volverá a ser como antes. O sea, como nunca debió de haber sido. Estos ignorantes se creen que estaban bien en el 2007 cuando toda esta tristeza es el bajón del colocón de todo lo que se metieron entonces. Los bancos pasaban créditos y los españoles los esnifaban. Ahora, el mono y el bajón. Y va para largo.

Aquí en Cataluña,  de repente, se respira cierta ilusión. Pero también he de reconocer que tampoco es sano que ahora solo haya ese tema, la independencia. Ilusión sí, obsesión, no. Y ceguera mucho menos. Que también hay aquí mucha miseria y mucho que mejorar. Pero al menos creo que tenemos ganas de cambiar cosas. En España, no sé qué es lo que quieren.

Que deje de llover, que gane la Roja… ¿qué más?


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gracias por leerme.
Javier

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