CASTILLA

Tirado en el sofá de esta casa rural cerca de Sigüenza, veo las noticias de la televisión autonómica castellano-manchega. Una noticia regional me pone la sonrisa más fresca en la cara tras un tórrido día de turismo de interior en pleno verano: una asociación de mujeres afectadas por el cáncer de mama de Puertollano se ha inventado un servicio de “guardería de plantas” para los vecinos de esta ciudad que se marchen de vacaciones. Aparecen dos señoras, como si se tratase de una peli de Almodóvar, interpretando para el informativo la escena de la entrega de las plantas en el local de la asociación. Qué maravilla de estampa costumbrista como tantas abundan en el cine de Almodóvar. Se da uno cuenta de que muchas de las señoras en sus filmes son simple y llanamente, señoras manchegas: “mira, hija, que me voy de vacaciones quince días a Alicante”. “Oiiiii, ¡qué bonitas las tienes! Tú no te preocupes que aquí te las vamos a cuidar de estupendamente mientras disfrutas de la playa”.Yo me levanto del sofá, con la risa tonta, henchido de ternura ante tanta sencillez y humanidad y ante el papelón de las señoras delante de las cámaras de Tele Castilla-La Mancha. Corro a por el cuaderno y el Boli. Es el momento de arrancarme a escribir tras cuatro días de verano en

CASTILLA

Yo no sé qué mosca le picó a Almodóvar, pero es de lo poco algo estrafalario que ha trascendido de esta tierra. Saritísima Montiel, mira tú por donde, es manchega también. ¡Cómo es Castilla! Vengan tópicos, ahí van: inmensidad, horizontes inabarcables, sequedad, frío que pela, altitud, cielos, misticismo, cereales y galletas Fontaneda, pueblos de casas miserables e iglesias majestuosas, ruinas de fortificaciones por doquier, piedras, pedruscos, páramos y parameras, pinares, desolación, despoblación, la sombra de Madrid cubriéndolo todo, arcilla, barro, ladrillo rojo descontrolado, regatos, arroyos, riachuelos, ríos que llevan la fama o el agua… Pero es que todo es verdad. Qué le vamos a hacer. Lo más parecido que he visto al colorista cine de almodóvar estos días han sido los refulgentes campos de girasoles. Millones de frescos girasoles tiñendo de amarillo pop este paisaje pardo y rojizo por lo demás. Hay también algún chopo enorme, orgulloso y solitario junto a alguna cuneta que, según se mire, puede resultar muy machadiano o toda una Marisa Paredes en Tacones lejanos, La flor de mi secreto o Todo sobre mi madre.Castilla deja poco lugar al matiz, al vericueto, a la sinuosidad o a la sofisticación, al detalle o lo pequeño. Castilla es maximalista. Hasta la más recóndita y discreta ermita románica se ve maximalizada sobre su loma de paja dorada y con el inmenso cielo azul como todo contrapunto visual. Todo resulta aquí claro, evidente, elocuente, grande y franco. Castilla habla por sí sola, no hace mucha falta que se la explique o se la interprete. Hasta el nombre lo tiene de tal manera ¿Cómo llamar sin comerse demasiado el coco a esta tierra que a veces parece tener más castillos que árboles sobre sus colinas? Pues Castilla, coño.
O frío o calor, o blanco o negro, o el agua o la fama, o campo o ciudad, o mar o montaña, o conmigo o contra mí, o sí o no, o PP o PSOE. Pero más PP…Nueve meses de invierno y tres meses de infierno, no me canso de bromear con los castellanos sobre esa expresión. Les digo que el calorcito de mayo no es igual que el tostadero asfixiante de este paso de julio a agosto y que la rasca de un 1 de noviembre no es el frío glacial de enero. Pero nada, al castellano no le vengas con medias tintas.

Toda una base de incompatibilidad con el carácter catalán, por citar uno de los eternos dolores de cabeza de estas gentes. Y no es que yo fuerce hablar de catalanes en estas líneas, es que ayer mismo por la mañana mientras tomaba mi segundo café en un bar de Sigüenza, había un corrillo de tertulianos hablando a gritos sobre el rescate financiero que la Generalitat podría solicitar al Gobierno del Estado. Acalorado, como su tierra en este centro del verano, uno de los señores proclamaba a voces: “para pedir dinero sí que son españoles ahora los hijos de puta esos” Allí estaba yo, andaluz, a punto de escupir el café ante semejante exabrupto y la forma de expresarlo. Andaluz, sí, pero muy cerca de la sensibilidad catalana en muchos aspectos y desde luego en lo que toca a las formas y los modales. Respiré hondo y conté hasta tres. Me dije a mí mismo que no iba a permitir que esa situación me amargase mi mañana vacacional. Una vez pasado el trago me dije: “Ya sabes como hablan aquí, es una forma de expresarse, tienen esa tendencia al extremo y al taco”. Pero no podía evitar pensar en cómo se tendría que haber sentido un pobre catalán que estuviese por aquí disfrutando de la hermosa ciudad del Doncel y lo regalasen con semejante burrada al parar a tomar un café en este bar de Castilla.

Son como son, sí, y si ya lo sabes puedes intentar hacer un esfuerzo por metabolizarlo. Pero este esfuerzo nace de que ya conoces y amas esta tierra. De no ser así, pueden resultar un poco groseros y maleducados. Hoscos, toscos, foscos.

Para rematar la jugada, el mismo imbécil me regaló otra “perlita” antes de que me marchase del bar: “Lo que tenemos que hacer ahora España, Italia, Grecia, Portugal y la otra (supongo que se refería a Irlanda), es hacer una Unión Europea entre nosotros y a tomar por culo los alemanes”. Menos mal que ya había acabado el café porque esta vez sí que lo habría escupido. En su cara. La opinión era por supuesto muy celebrada y vitoreada, sin más. Nadie entró a intentar hacer justificar a este mequetrefe oligofrénico cómo había llegado a esa proeza de solución y cómo se cimentaba eso a nivel macroeconómico. Nada, nada, da igual, con dos cojones. Una de las cosas que más odio de nuestro país es que de veras parece que para tener razón solo hay que hablar alto y apostillar con un buen taco. Y si no, que se los digan a los de Telecinco. Celebro que en este bar de Sigüenza se hablase de política y no de Belén Esteban, pero, francamente, el nivel de la conversación me pareció muy de programa de Jorge Javier.

Con este carácter, es duro hacer comprender a estos señores que quizá parte de la situación económica de Cataluña se debe al hecho de que hay una descompensación brutal entre lo que se aporta y lo que se recibe en cuanto a impuestos - Uf, ¿qué me estás contando chaval?, son unos hijos de puta y punto - Quién les hace entender en Cataluña vivimos mucha gente de toda España, que somos una pieza básica de la economía de todo el país y hay que tratarnos de manera justa, que no puede ser que Barcelona tenga peor red de cercanías que cualquier sitio de España siendo la segunda ciudad del país y la primera, porque es donde vivimos, para muchos cientos de miles de personas que son de todas partes de España – Uf, anda tío corta el rollo, allí no hay más que catalanes y los de fuera que sois los peores - ¿Cómo le explico a este tío que, aún sintiéndome relativamente español, apoyo la independencia de Cataluña y soy crítico con ambos pueblos?

Como habitante de Cataluña, ayer tuve que contenerme para no liarla en un bar de Sigüenza. El otro día en la Plaça del Nord, en Gràcia, tuve que frenar a un grupo de catalanes que hablaba de Andalucía y decían que allí todo era fiesta y no trabajar. Hoy, entre Berlanga de Duero y Atienza, hemos tenido que parar el coche para hacernos unas simpáticas fotos, sorprendidos al atravesar un pueblo que se llamaba “Andaluz” en plena meseta Soriana.







España es un cacao y yo soy un Cacaolat.

Uf, demasiado complejo para cualquiera. Esto es España. Un panaché ibérico pseudo-europeo sazonado con los importantes aliños andalusí y latinoamericano. Una nación forzada y mal hilvanada que empezó a forjarse en esta tierra castellana en la que ahora paso estos acalorados días de verano.Ahora, que se hagan responsables y se dejen de tanta bravuconería de bar. Al fin y al cabo todo esto lo liaron ellos, si se hubiesen quedado quietecitos entre sus churras y sus merinas no habrían engendrado aquel Imperio y este país… Demasiado complejo.


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gracias por leerme.
Javier

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