EL PAÍS ESTÁ DENTRO
Cuando miraba por la vetanila del tren era como si quisiera proyectarse fuera vehemente, lo hacía con una ansiedad tal. Cada vez, recordaba una viñeta en la que Quino comparaba viajar en tren mirando por la ventanilla con algo parecido a mirar el pais por televisión. Pero no era así, pensaba él mientras todo su cuerpo se retorcía lenta pero fuertemente en el asiento, como en una especie de espasmo contenido o en cámara lenta, queriendo acumular la fuerza suficiente para poder atravesar el cristal, juntarla con la fuerza de la inercia de la alta velocidad y salir de ese vagón volando hasta llegar a lo más alto de la cumbre más lontana q era capaz de divisar en el horizonte.
Qué estupidez. El país no está fuera del vagón. Mafalda estaba equivocada, el país está dentro. El país es el acelerado pasaje del tren veloz, lo de fuera es el escenario. Un escenario que puede ir cambiando de manera vertiginosa a 250km/h mientras el paisanaje del interior ni se detiene a mirarlo inmerso en su propio ser, prácticamente ajeno a que al otro lado de la vetanilla los bosques se sucedan con los prados y éstos con las vegas. Fuera hacía sol y el país bajaba las cortinillas retráctiles para que no entrase. Fuera, una niebla heladora cubría los campos y el pinar, haciendo parecer que una nevada fantasmagórica purgaba las plagas de una sociedad abyecta y dentro el país a la gresca con sus teléfonos móviles y sus tablets a manera de plaga digital. Fuera, un silencio figurado, imaginado, imperceptible al fin y al cabo. Un silencio deseado. Dentro, todo un desconcierto disonante interpretado por un país falto de la más mínima sintonía entre semejantes, pasajeros que pueblan el escenario del mudo paisaje exterior.
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